Clausura del XI EGAL*

 

Ovidio Delgado Mahecha

Secretario Ejecutivo

 

Departamento de Geografía

Universidad Nacional de Colombia – Bogotá

 

 

Señoras y señores:

 

El XI Encuentro de Geógrafos de América Latina ha concluido. Esta tarde cerramos un ciclo de casi dos años de trabajo, marcados por el entusiasmo y el deseo de acertar, pero también acompañados por la incertidumbre y el miedo de no lograr satisfacer las demandas de un acontecimiento científico y social que tras acumular 11 versiones, es sin duda el foro geográfico regional más importante. Como decimos coloquialmente en Colombia,  temíamos no “dar la talla”.

Pero si bien el balance de nuestras fortalezas y debilidades  hacía más pesada la columna de las segundas, a buena hora decidimos enfocarnos en las oportunidades, y pronto descubrimos que nos habían puesto en bandeja de plata la mejor de todas para iniciar nuestro tránsito hacia la consolidación de la geografía colombiana en el ámbito nacional e internacional. Nos aferramos a la vieja idea de que la mejor forma de aprender es haciendo; repasamos hasta donde fue posible las experiencias de los encuentros anteriores, las experiencias de la larga historia de la Universidad, y de las pocas propias personales y del Departamento de Geografía; recibimos muchos consejos de varios amigos y colegas latinoamericanos; recibimos el apoyo de colegas de otras universidades y otras instituciones colombianas; tratamos de hacer planes rigurosos y razonables, pero siempre mezclamos, en dosis moderadas, nuestra ya reconocida capacidad de “improvisación estratégica”. Pero sobre todo, y desde un principio, fueron la pasión y la emoción sin límites, las que nos permitieron llevar a feliz término la tarea que se nos encargó en São Paulo. Con esta camiseta naranja hemos hecho la tarea, con las ventajas y las desventajas que puede ofrecer una institución estatal, pero con el orgullo de ser una universidad pública. Por eso nos sentimos felices de ver tantos geógrafos caminando por estos senderos llenos de verde, recorriendo paso a paso y con fatiga  el campus de nuestra Universidad, reconociéndola en su vida cotidiana, en su ajetreo permanente y sin disfraces, con nuestros mejores atributos y nuestras grandes flaquezas y debilidades. Creo que hemos logrado mantener intacta la naturaleza, el espíritu y la esencia del EGAL en sus 20 años de historia.  Hoy, ya sin temores, podemos decir que nos sentimos orgullosos de haber podido convocar, tener con nosotros, conocer, escuchar y disfrutar de la compañía de los más destacados geógrafos y geógrafas de varios países latinoamericanos; pero tenemos dolor por los ausentes, que son tantos: Nicaragua, Paraguay, Bolivia, Ecuador,  Perú, Honduras…  

Y llegada la hora de las cuentas, cada uno de los asistentes puede hacer su balance y sacar sus propias conclusiones. Por lo que a nosotros se refiere, preferimos hacerlo desde una perspectiva pedagógica y académica. Pues bien, creo que los primeros beneficiarios de este encuentro son las nuevas generaciones de geógrafas y geógrafos. Tantos y tantas jóvenes aquí presentes han recibido la mejor lección de lo que la geografía es como disciplina y como profesión; sobre su campo de estudio y su agenda de investigación; sobre las debilidades y fortalezas del discurso geográfico latinoamericano; sobre los candentes debates teóricos  y metodológicos. Habrán podido detectar las discrepancias políticas e ideológicas  entre científicos e intelectuales, y hasta los apetitos de empoderamiento de geógrafas y geógrafos de carne y hueso. Y todo eso les servirá, sobre todo, para saber de los retos que les esperan como generación de relevo.  Han descubierto, creo yo, tantas posibilidades de relacionarse intelectualmente, han hecho muchos amigos y han entretejido redes internacionales. Han aprendido pronto lo que a nosotros nos ha llevado tanto tiempo, como que la cooperación sur-sur está llena de posibilidades; que sus miradas y sus esperanzas también pueden dirigirse al sur. En fin, ahora tal vez saben mejor cuál es el oficio del geógrafo.

 Y nosotros, la que podríamos llamar la comunidad geográfica colombiana, tal vez hayamos empezado a tener conciencia de que necesitamos reconocer cosas como las siguientes:

Que el gran reto de la geografía colombiana es la investigación para la producción de conocimiento que ayude a la comprensión y solución de los problemas nacionales. Que se requiere hacer un gran esfuerzo en este dominio, pues sin ella es imposible alcanzar un verdadero estatus científico, e impensable hacer alguna contribución de valía a la solución de nuestros graves problemas. Sin un buen número de especialistas, doctores, altamente calificados en investigación científica, ésta no pasará de ser una mera ficción. Discrepo, con respeto pero con vehemencia, de quienes creen que la mejor geografía urbana la hacen los arquitectos; que la mejor geografía económica la hacen los economistas; que los sociólogos hacen la mejor  geografía  social; que los antropólogos hacen la mejor geografía cultural. Pero estoy seguro de que si esos mismos profesionales se forman en geografía, con estudios postgraduados, serán excelentes geógrafos,  tal vez los mejores, justo es reconocerlo. De modo que bien vale la pena insistir en que la mejor geografía es la que hacen los geógrafos; y deben hacerla muy bien, sobre todo cuando los problemas que se aborden sean de carácter interdisciplinario, pues allí la geografía y los geógrafos deben tener muy claro cuál es su verdadero y propio aporte discursivo. Pero si, pongamos como ejemplos, los geógrafos urbanos se limitan a repetir el discurso de arquitectos y urbanistas, o los geógrafos económicos no distinguen la geografía económica de la economía, o, quizás, la reemplazan por la economía, no se tendrá mucho para aportar, y sí se corre el riego de pasar por malos urbanistas o pésimos economistas. Es imposible aceptar que la geografía se pueda ejercer manteniendo la carencia de una formación disciplinaria rigurosa y especializada.

Debemos reconocer la necesidad de profundizar en la teoría para reafirmar la condición de la geografía como una disciplina científica socio-ambiental, sin caer en la trampa del monismo científico y del método normativo único; es indispensable no caer en el anarquismo epistemológico, ni en el nihilismo político del postmodernismo. Hay que evitar caer en la trampa de quienes la promueven, desde fuera del campo disciplinar, como una ciencia física, o, desde del campo propio, como una disciplina puramente social. Ahora somos más conscientes de que también es necesario evitar la tendencia a confundirla con las meras técnicas del procesamiento de información.

Hemos aprendido que la agenda de investigación deberá incluir los problemas relacionados con los asuntos ambientales; la urbanización y la geografía de las ciudades; la geografía económica; las dinámicas urbano-regionales; los lugares y la gente, y no solo la población, y todos los aspectos relacionados con la geografía cultural. Es necesario hacer un gran esfuerzo para estudiar a fondo, y con perspectiva multiescalar, los desequilibrios socio-espaciales y las nuevas espacialidades generadas por los sucesivos modelos de desarrollo, las políticas públicas y la política económica.

Ahora tenemos más claro que la geografía tiene el reto de evitar caer en las trampas del globalismo, del regionalismo, del localismo y la microespacialidad. Reconocemos que cierto nivel de endogénesis, y algunos énfasis sobre lo regional o lo local, son tolerables y hasta deseables, siempre que seamos capaces de articular las partes con el todo. Ahora no dudamos que la geografía colombiana tiene el reto de no arriar banderas frente a los llamados a una endogénesis absoluta que rompa sus contactos con la tradición disciplinaria moderna europea y anglosajona; que se debe establecer un diálogo fructífero con los desarrollos teóricos y metodológicos de otras tradiciones, como las que hoy se ven florecer en América Latina. Nos afirmamos en que es necesario, de todos modos, revisar y redefinir el tipo de relaciones centro-periferia y de colonialismo intelectual que nos han ligado con el eurocentrismo y el discurso anglosajón, a veces en forma acrítica y consentida. Ahora somos más conscientes de que tenemos que romper los marcos empiristas de la práctica geográfica; desterrar los dilemas entre lo cuantitativo y lo cualitativo, sin creer que sin cuantificar no se puede pensar, ni aceptar que la cuantificación es un obstáculo epistemológico;  que debemos desarrollar y adaptar las técnicas más apropiadas y convenientes para nuestras investigaciones. En fin, que el reto es evitar todo reduccionismo pernicioso.

 Este Encuentro nos ha enseñado que la geografía no puede ser una ciencia oficial ni oficialista, ni dedicar sus mejores esfuerzos a las labores de consultoría técnica, bajo la premisa de ser propositiva y aplicada para influir en las políticas públicas y en la toma de decisiones. Reafirmamos que la geografía debe asumir también la crítica de los modelos de desarrollo y sus producciones espaciales, lo mismo que de sus propios desarrollos disciplinares y sus productos anteriores. No debe ser una geografía al servicio del poder. Nos ha recordado este XI EGAL que no debemos mantener una actitud de silencio, casi cercana a la complicidad, ante la globalización neoliberal, la internacionalización de la economía y la apertura y liberalización de nuestros mercados, frente al modelo y a las prácticas de ordenamiento territorial y a las dinámicas espaciales y territoriales del conflicto social y de la guerra. Sabemos que tenemos el reto de criticar con vehemencia el orden social, espacial y territorial imperante y proponer órdenes alternativos que sirvan a todos los colombianos y no solo a las élites.

 En fin,  nos hemos dado cuenta de que en los próximos años tenemos varias obligaciones, entre las que sobresalen las siguientes: integrarnos más como comunidad académica nacional y relacionarnos más y mejor con las comunidades geográficas de América Latina y del resto del mundo; participar más en proyectos de investigación interdisciplinaria; participar en los debates locales, regionales y nacionales e internacionales más importantes. Necesitamos producir más y mejor conocimiento geográfico, publicar más y tener buenas revistas. Debemos mostrar a la sociedad la importancia de la geografía y su potencialidad para comprender los problemas y proponer soluciones; tenemos el reto de hacer que la sociedad redescubra la geografía y su importancia. Estamos seguros de que debemos tener mayor y mejor influencia en la educación geográfica de niños y jóvenes, y de todos los ciudadanos.

Ahora pido que me concedan otro minuto de su precioso tiempo para agradecer a quienes han hecho posible este trabajo de organizar el XI EGAL. Gracias a todos mis colegas y amigos de la Comisión Organizadora; a mis colegas, compañeros y compañeras del Departamento de Geografía: Susana, Beatriz, Nohora, Astrid, Esperanza, Edilsa, Daniel, Gustavo, John Williams, Jorge, Kim, Luis Carlos, Antonio, Hugo. Gracias a mi equipo mayor, al que le debemos todo: Margarita, Miguel Angel, Sandra, Sairi, Diana, Lorena, Gladis Santacruz. Gracias a los estudiantes monitores y auxiliares que a nombrarlos no alcanzo, pero a quienes llamo esas hormiguitas de camisa naranja que han puesto alma, vida y sombrero para que todos ustedes se sintieran bien en nuestra Universidad.

 

Gracias a todos ustedes los asistentes al XI EGAL.

 

 

* XI Encuentro de Geógrafos de América Latina

   Bogotá, 30 de marzo de 2007